martes, 17 de junio de 2008

ODA

Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exagera o excluye.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas.
Así en cada lago la luna toda
brilla, porque alta vive.

Fernando Pessoa

No hace ni una hora que mantenía yo una conversación muy animada con una de mis compañeras del curro, con la que comparto todos los días un descafeinado de sobre para ella y una tónica para mí, sin gin, por favor. Todos los días, a la misma hora, entramos en el mismo bar y la camarera ya ni nos pregunta lo que queremos, nos lo pone donde nos sentemos. Me encanta esa sensación de que te conozcan en los bares.
Total, que me desvío. Teníamos una conversación que ha terminado llegando al punto en el que yo le contaba mi escapada nocturna a Alicante con dos personajes de mi vida telepizzera, un ir y volver corriendo, bañarse en pelotillas en pleno febrero mediterráneo, y coger el coche para abrir por la mañana la tienda y trabajar turno doble. Esas cosas que si no se hacen con 20 años, no se hacen; porque a mí ahora, que me apunto a un bombardeo, me dicen de hacer una cosa así y, al menos, me lo pienso.
El año pasado, en una de nuestras magníficas vigilias hermanadas, volvía a discutir como siempre con Antares, el más hippie de los hippies, acerca de lo de siempre: mi racionalidad versus su ultramodernidad. Todo el puto año discutiendo de lo mismo! con las mismas palabras, los mismos argumentos! las mismas desesperaciones! Dependiendo de al lado de quien esté, soy una libertina o la viva estampa de la moral tradicional. Esas cositas que pasan en la vida. Al lado de Antares soy lo más inmovilista y poco intrépida del mundo. Lo asumo y me divierto con ese papel.
Pues el caso es que el año pasado, en una de nuestras veladas, me reveló su axioma más sagrado: no digas nunca que no a nada y te pasarán las cosas más horrorosas y las más maravillosas del mundo. Me gustó el consejo. Radical, pero interesante. A partir de entonces lo he tenido presente en muchos momentos de mi vida, y no sólo eso, sino que en la mayoría de los casos me sale solo. Pero, como bien me diagnosticó Inès hace bien poco, sufro de un racionalismo intermitente crónico que me nubla la vista. Suelo tirarme a la piscina con el primero que pillo, pero a veces digo que NO, y no hay dios que me baje de ahí. Inès ha aprendido a convivir con ello y se le da bastante bien, el resto lo sufre menos...
Todos tenemos nuestras esquinas en el laberinto de nuestro carácter. Hay personas que se toman la molestia de investigar ese laberinto, y terminan por orientarse muy bien. Los nuevos o los que no han querido saber por dónde andan se tropiezan de vez en cuando con el minotauro. Los listos marcarán ese punto, para no volver a pasar por ahí.
Nunca he perseguido la perfección, sólo el equilibrio.

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