sábado, 14 de junio de 2008

Definitivamente el alcohol no anima a nadie, y menos si no hay materia prima para ello. La cena de anoche fue estupenda, lo que pasa es que tengo un par de profesores, uno de ellos es una mujer, profesora de latín, que me torturó durante toda la carrera, no había curso que no me la encontrara con el mismo Tito Livio (Lena, es esa que tú y yo tenemos en común), que ahora se dedica a alcoholizarme. Qué barbaridad! Nos metimos en el cuerpo el vinito de la comida, el champán y el limonccello del postres, los tres gin tonics de mi cosecha y una caipirinha. Por lo tanto, axioma indiscutible, ahora me voy a morir de resaca. No es para daros penita, sino para que entendáis que con un dolor tan insoportable de cabeza como el que me asedia, y un estómago tan calmadito como el que ahora uso, no es la mejor manera de sentirse positiva. Estoy hecha mierda, por dentro y por fuera. Espero que sea eventual.
Como no me apetece escribir, para variar me acojo a la poesía.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡ y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!

La poesía es más fiel que el tiempo, no siempre que uno está triste se pone a llover a cántaros, pero siempre hay un poema que viene a tu encuentro.

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