jueves, 3 de julio de 2008

Hay un relato sobre un viajero que fue a parar a un pequeño cementerio situado en una bella colina. Observando las inscripciones de las sepulturas se dio cuenta de que no había nadie que pasara de los diez años. Un poco alarmado, pensando que en aquel paraje debía de pesar alguna extraña maldición sobre los niños, preguntó a un guarda que había allí cómo era que todo el mundo moría tan joven. El guarda le desveló el misterio. No era que todo el mundo muriera joven, sino que cuando alguien moría, contaban únicamente los momentos de auténtica vida que había tenido aquella persona.

Hay que procurar, señores, que cada uno de los días de nuestra vida sea un día de auténtica Vida. Hacer lo que queremos, o por lo menos, hacer lo que debemos sin que eso nos amargue. Sonreír todos los días a un niño, y conseguir una sonrisa suya. Mantener una conversación fuera de todo lo que nos une con una persona. Alumbrar un nuevo sueño y realizar alguna travesura. Señores, no es mucho, a veces cuesta, pero es importantísimo conseguirlo, para que así, uno de esos días, nos salga sola la Vida.

No hay comentarios: