lunes, 10 de noviembre de 2008

Tengo un boli verde encima de la mesa al lado de doscientos ejercicios que corregir. No es una exageración, de hecho son doscientos uno. Procuro valorar todo lo valorable, pero sobre todo me decanto por el esfuerzo personal. Pero tengo un par de chavales que hacen un esfuerzo enorme, inmenso, y sigue sin haber modo de coger su examen por ningún sitio. Y se me parte el corazón, porque más no se les puede pedir. Y no saben redactar, y comenten muchas faltas de ortografía, pero sé que se han pasado todo el fin de semana estudiando como condenados a muerte, que me han puesto todo lo que se han estudiado, lo que no y lo que les suena, con la esperanza de poder aprobar, pero no les ha dado tiempo de acabar el examen y........ y yo qué sé. No puedo suspender a una persona que trabaja tanto.
Ahora ya sabéis por qué llevo tanto tiempo sin actualizar esto. Estaba trabajando. La próxima vez que envidiéis a un profesor por las larguísimas vacaciones que tenemos, o por el horario o por alguna otra cosa... recordad que nosotros llegamos a casa y seguimos trabajando, no nos podemos ir en temporada baja de vacaciones, estamos con adolescentes en tandas de treinta enseñándoles cosas que les interesan tanto como la lírica romántica, y nos quebramos la cabeza para rozar la justicia suprema a la hora de calificar. Al menos algunos!
Besos desde mi celda.

1 comentario:

La nuit dijo...

Ánimo profe!!! La verdad es que no debe ser nada fácil tener que tomar ese tipo de decisiones, sobre todo cuando día a día ves como se esfuerzan los chicos y todo lo que hacen...

Espero que al final encontraras la solución más justa, seguro que lo hiciste.

Un besazo guapa!!